viernes, 27 de septiembre de 2013

Tunez desde Hammamet


                                               


                                                        TUNEZ 10/2005

Comienza la aventura en Barajas; sí, aquí en Madrid, antes de despegar, en un avión un poco antiguo, al que, si le faltaba algo, el sobrecargo se ocupó de dejar una puerta mal cerrada,

que genera un ruido ensordecedor y no permitía que se presurizara la cabina,


que saltan las alarmas, que tenemos que dar media vuelta encima, todavía, de Madrid (como giraba el bicho)

que aterrizamos “de emergencia”,

que acuden al costado del avión los bomberos, las ambulancias, la policía…

que nos bajamos del avión, por unas escaleras, sin usar las rampas de emergencia, que no era para tanto,


que llega la Guardia Civil, que son las 2 de la madrugada y cierran el aeropuerto y o salimos YA!, una vez revisada la puerta, o no despegamos hasta la mañana siguiente,





que retiran el equipaje. 
de los que no quieren volar, 
previo despliegue de las maletas en la pista, al costado del avión, 
para que cada cual cogiera lo suyo…
y  reanudamos ruta. 









Llegamos tarde, y nos quedamos sin cena y dormimos poco, pero a la segunda el avión había levantado vuelo, sin ruidos extraños, y sin más novedad llegamos a buen puerto (aeropuerto) Además, el aeropuerto era el de Monastir, al sur de Hammamet, por lo que fuimos de los últimos en dejar el autobús de reparto (por si nos faltaba algo)    No empezó bien la cosa, …, pero esperábamos mejorarlo y … no nos equivocamos, pues la habitación era muy completa, amplia, cómoda, limpia y confortable!!!!

Nuestro destino era Hammamet; bueno, una urbanización occidentalizada exclusiva para extranjeros, con unas playas semiprivadas (cada hotel tiene su propio chiringo donde avituallar a sus clientes “todo incluido”) con un centro comercial que parecía una medina…para vender de todo, pero más caro y sin regateos.

Al día siguiente, un compadre que pululaba por la recepción del hotel, nos invitó a visitar una fábrica de alfombras, y nos  pagaba el transporte al pueblo,   Nos llevaron al pueblo en una furgoneta que recogía por varios complejos a los “captados” para la fábrica de alfombras. Nos enseñaron el telar que manejaba una lugareña en donde, supuestamente, confeccionaban las alfombras que luego intentaron vendernos. Tocaron hueso.


Aprovechando el viaje, y mientras volvía o no nuestro transporte, realizamos la correspondiente visita al castillo y medina de Hammamet. Como le echamos morro, incluso visitamos alguna casa por dentro.
Es un casco urbano pequeño, por lo que todo es bastante coqueto y recogido. Callejuelas estrechas, cortas y quebradizas. 
Alguna plazuela de dimensiones liliputienses, y un montón de tiendas y comercios súper agrupados. 

Todo dentro del recinto amurallado que envuelve el alcázar que está pegado al mar, por lo que tiene una puerta con un pequeño atraque.  Visita muy interesante.







AL día siguiente nos soltaron la charla para colocarnos viajes organizados, a lo que respondimos  realizando una visita al pueblo de Sousse (al sur, entre Hammamet y Monastir) usando el transporte típico del lugar : los LOUAGES (taxis compartidos) que se cogen en unas especies de estaciones centrales. Cada uno en una dirección y que se pone en marcha en cuanto que está lleno.







A este viaje ya no fuimos solos; nos apuntamos con Luis y Javier, dos del grupo con los que nos aliamos para alquilar vehículos y realizar visitas por nuestra cuenta.


Sousse es una ciudad más grande, con una medina de grandes dimensiones, a lo largo de varias calles que, en paralelo, bajan hacia el puerto, la mezquita más importante de la ciudad y el alcázar. 





Desde este último, desde lo alto de sus torres, se tienen unas vistas sobre la mezquita, el puerto y la medina que, ya sólo por eso, vale la pena de visitar. 












Allí, en un restaurante cercano al puerto, comimos kebab viendo como los fabricaban (los panecillos en concreto)  En la parte alta de la medina, por un callejón que circunvala el interior de la muralla, nos paramos a tomar nuestro primer té y la primera cachimba del viaje.










Alquilamos unos coches entre un grupo de 9, para visitar:


Kerkouane: Son las ruinas de una antigua población cartaginenses, sin apenas mucho interés para gente como nosotros que podemos disfrutar de ruinas así por doquier, muchas enterradas por no poder mantenerlas al aire, y que no podemos explotar ni conservar de tantos que hay. Vale, que íbamos de paso y tampoco pasaba tanto por parar.




Cerca de Kerkouane nos pilló el hambre. Como teníamos las bolsas de comida del hotel, paramos en una playa desierta, tal cual, donde nos dimos el correspondiente bañito, tal cual,  cumplimos con la comida campestre, tal cual,  y continuamos hacia El Haouaria.











El Haouaria es una antigua cantera romana y un recinto de cetrería. Gracias al guía, nos enteramos que en la parte alta de las vetas, que allí son como cuevas con una cúpula, había un agujero, por donde descolgaban a los presos, que no volvían a salir .. con vida. Por ese mismo agujero, el del techo, salía la piedra y entraba el agua y la comida. 











 En algunas había formas muy curiosas en la piedra, con algo de imaginación, pero lo que generaba era una sensación de Desesperación e incivilización. Sin más comentarios!!!
Pero es la historia, y no está de más conocerlo, para saberte afortunado del tiempo que vives y para no permitir que vuelva a repetirse.







El estadio de cetrería, no tiene gradas como tales, y sí es una gran explanada con vistas al mar y con unas condiciones idóneas para la caza con halcón, celebrándose allí cierto campeonato mediterráneo de ese arte de caza.


Túnez: Es evidente que la mayor población del país tenga la mayor medina del país. Nosotros la visitamos y ¿lo más peculiar?
Pues que hay una zona cubierta por una cúpula de cañon de adobe y ladrillo, que no es un invento occidental, lo que la hace muy visitable, incluso en pleno verano.
Que es tan grande que tiene varias mezquitas dentro.

Nosotros nos dejamos, incluso, invitar a una fábrica de alfombras (para que los demás vieran la demostración que a nosotros nos hicieron en Hammamet) que era una simple tienda de alfombras (todo lo simple que pueden ser) al que le colocan un telar y una señora moviéndolo para hacer unas demostraciones de que son hechas a mano, que ayuden a vender las alfombra, y a nosotros nos diera  acceso a la cubierta desde donde ver los minaretes  de las mezquitas, que hay muchos y curiosos, y los tejados de la medina. La mezquita principal, Zitoune, como es costumbre, sólo se la puede visitar ... por fuera.
En la parte baja de la medina, por la entrada que daría hacia el mar, hay una puerta de la antigua muralla, que da paso a una plaza, la de Kasbah, de donde salen en dispersión a modo de varillas de abanico, y en ascenso, diversas callejuelas llenas de tiendas. A la entrada de dos de esas callejuelas hay un restaurante, en dos pisos con ventanales a la plaza, donde aprovechamos a investigar en la cultura culinaria tunecina. El resultado fue bueno, pues dimos cuenta de sendos potajes (cuscus) de carne (cordero, por supuesto) y pescado.  No olvidar el estornudo memorable entre dos comensales, prueba de la capacidad de dispersión del aire expulsado por el famoso acto reflejo convulsivo de expulsión de aire.
Nos perdimos intentando localizar el museo Bardo, donde se supone que están recogidos los mejores mosaicos del mediterráneo, supuestamente.  Llegó un momento en el que decidimos pasar esa página… y en otra visita será y, por ahora, algunos nos conformaremos con los vistos en el museo romano de Mérida (por poner un ejemplo peninsular) ¡que cuanto bueno tenemos y que poco lo valoramos!


Cartago:   Fue una visita fugaz, no teníamos muchas ganas de ver ruinas romanas y sólo nos asomamos al teatro y, de pasada, los baños termales de Antonino.   Por lo que no vimos, vistos Mérida, Cartagena o Ampurias,  no quedando restos cartaginenses, sólo romanos, nada que nos resultara nuevo.  Como estaba en nuestro camino a Sidi B. S… ¡pues vale!  (alguno nos tachará de herejes, jejeje)





Sidi Bou Said:       La ciudad de las mil y una puertas. No hay 2 iguales, ni de color, forma ni tamaño, entre todas las que hay por allí, y mira que hay unas cuantas.   Es un pueblo más o menos grande, muy turístico, estilo “andalusí” (como ellos dicen) blanqueado por todas partes, menos por una: las puertas.




Está en lo alto de un monte, asomado al mar.  En la parte alta se sitúa la mezquita (como aquí la iglesia) y al lado su cementerio, que curioseamos un poco, con sus lápidas  mirando a La Meca (al amanecer) 







Como era Ramadán,  casi todo cerraba pronto, aunque pudimos visitar una casa-museo preparada para recoger toda la “cultura hogareña” de la zona. Mostraba un harén, patios, cocinas, dormitorios, muebles, ropas… Desde sus terrazas pudimos disfrutar de las vistas de la ciudad de Túnez y del ocaso del sol.










Como era Ramadán, al terminar la visita de la casa-museo, al ocaso todo se quedó vació, para nosotros, por lo que pudimos disfrutar de la tranquilidad y el espacio que permite un pueblo desierto de visitantes (ya se habían marchado los autocares con los intrusos de los barcos) y de sus habitantes (aprovechando para hacer su primera comida del día en sus casas)







El servicio fue exclusivo para nosotros en la tetería del pueblo (subiendo por la calle principal, encima de una escalinata)  unos  buenos tés, pastas y un par de cachimbas bien preparadas (los que usaran)












Ruta en autocar. Duró día y medio, aunque sobró un poco, pero las distancias obligan a pernoctar y había que meter relleno.



El Djem, primera escala y obligada, aunque sólo sea para visitar un fantástico circo romano, roto por un costado, usado (como todos) como cantera,…, pero fantásticamente conservado. Nada tiene que envidiar al de Roma, salvo en el tamaño y en el simbolismo extremo que para los 1os cristianos supuso.




Parada, visita, fotos y recuerdos. Compramos unos pañuelos palestinos para nosotros y turbantes para ellas, que incluimos como parte de nuestra vestimenta el resto del viaje.





Por cierto, en el autocar llovía permanentemente arena del desierto. Estaba infiltrada por todas las rendijas y se nos caía en la cabeza en cada bache o resalto, y en los tramos con asfalto áspero … ¡¡¡era un continuo llover arena!!!


Sfax:  segunda parada  para la comida y, a iniciativa propia, nos dispusimos a visitar su mercado/medina, en busca de agua, tabaco y no sé que más, para el resto del viaje; una buena forma de interactuar con los paisanos. Nos suponía el último punto con instalaciones civilizadas, hasta llegar a Douz por la noche, en la frontera del desierto.





Nuestra ruta nos sumergía en el sur, cada vez más desierto, con tercera escala en Matmata, donde visitamos una de las casas típicas de la zona (léase la casa/huerto de los tíos de Luke Shywalker en la Guerra de las Galaxias episodio IV) esa que estaba en el fondo de un agujero  circular.
Nos dejaron cotillearla enterita: habitaciones, el hogar, el taller de alfombras, granero (que estaba a media altura)   Todo muy escarbadito en la roca, pulcro y encalado a media pared.






Douz:  final de la cuarta parada, y lugar de pernocta. Nada más llegar, nos pasean por  el circuito de carreras de camellos, donde se celebran los festivales de turno, nos ofrecen un paseo hacia las dunas (200 metros desierto  a dentro, ejem, ejem) y el típico jinete que intenta venderte un paseo extra a caballo.

Es un oasis, tal cual, de grandes dimensiones y notable población, y allí te pueden enseñar lo que hay en Elche: huertos de palmeras. Un bosque con tres niveles de explotación agrícola. El primero, el inferior, de hortalizas, el segundo, el intermedio, de árboles frutales, y el tercero, el superior, el palmeral datilero. Dicen que producen los mejores dátiles del mundo, y la mejor sombra del desierto, permitiendo la existencia y supervivencia de los dos niveles inferiores con su sombra, dejando pasar luz suficiente y, sobre todo, evitando la rápida evaporación del agua del regadío.
Quedó claro que, el palmeral, es vital en sí para dar comida y asegurar la existencia del resto de masa forestal al amparo de su sombra.






Los complejos hoteleros están a las afueras, y son unos oasis adheridos al oasis de Douz. El nuestro tenía una fantástica piscina de la que hicimos uso, llevados por la locura colectiva, proporcionando un grato espectáculo de natación sincronizada (antes de los actuales resultados de la sincronizada española. 









Tras la cena, un té y una cachimba en uno de los salones árabes del hotel, con nuestras compras del día en El Djem. Pero apetecía un paseo nocturno, para mover las piernas, con parada en la entrada del complejo y su grupo de banderas. Tuve que intervenir para remediar un error de posicionamiento de la de España, pues la tenían boca abajo; una vez desarriada, recolocada y arriada a lo alto del mástil, bajo la supervisión y vigilancia de los porteros del recinto, proseguimos nuestro camino.





En una de las tiendas del complejo hotelero trabajaba un individuo con ropajes negros, del pueblo de Douz, con el que hicimos nuestras migas. Djo Ben Ltaif, así se llama, nos invitó a visitar el pueblo para lo que esperábamos que sacara su camello de cualquier rincón, se subiera en él y nos pusiéramos en marcha hacia el pueblo. Pues no; tranquilamente sacó su móvil de algún lugar para llamar a un par de colegas taxistas y llevarnos a la plaza mayor (muy modernizado está todo, ya!!!)








Como ya era costumbre, a esas horas sólo había hombres tomando té y fumando de alguna cachimba. Alguno del grupo aprovechó para hacer sus compras de ropas bereberes, otros para visitar una tienda de pedruscos negros y marrones (para hacer polvitos para los ojos, la cara, el pelo y cosas así)

De buena madrugada nos volvimos al hotel, con la intención de dormir algo más de tres horas, que no es poco, pues el madrugón estaba programado para el grupo, y tocaba levantar ancla y continuar viaje.  Y todo para llegar al centro del Chott el Jérid.




  Un lago que sólo tiene agua en época de lluvias, que también la hay, y que se seca cada verano, que calienta mucho el sol y no me extraña que se seque, dejando una costra de sal sobre el terreno.  En su día se intentó unir al mar, pero resultó poco rentable la operación.
El madrugón nos permitió llegar al centro del lago en el momento de salir el sol, y poder disfrutar de un magnífico amanecer en mitad de la llanura blanca ... que merecía la pena la falta de sueño y el frescurri que teníamos en el cuerpo (que bajan las temperaturas por la noche) Parece mentira, pero deseando que calentara el sol,..., y terminó calentando, sí!!!




La carretera por la que circulamos, entre Douz y Tozeur, corta en dos el lago permitiendo disfrutar del paisaje salino en toda su extensión  e intensidad.   Esto sí que es diferente y apreciable.

En Tozeur nos esperaba un cambio de vehículo; del autocar al todoterreno (TT) de 6 + chofer.  No sabemos muy bien el por qué, pues casi todo el recorrido extra es por asfalto y la escapada a tierra es más por vacilar que por necesidad.
Nos dirigimos a los oasis de montaña, bordeando el desierto de arena, por una zona montañosa muy similar a Almería (Tabernes) pero con palmerales esparcidos por aquí y allá que cambian el paisaje y permiten desarrollar una agricultura de algo más que supervivencia.





Como sabemos que habrá zona de baño dulce, convertimos el TT en un improvisado probador de ropa de baño, para bien y gusto del chofer, que no perdía bola por el retrovisor interior y que no se había visto en ninguna parecido, ni se volverá a ver.











Chébika:  poblado al borde de un oasis, con un rio que nace entre las montañas que están a sus espaldas.  Nos llevan por un antiguo asentamiento, abandonado en las últimas inundaciones que hubo por la zona ¿cómo llovería?
No fue el único asentamiento que vimos abandonado por inundaciones, en Tamerza también tenían su colección.
Atravesando las ruinas abandonadas, llegamos al nacimiento del río, que descendemos por sus orillas hasta volver al parking del TT.  El guía aprovecha el retorno para explicar la formación de las rosas del desierto y nos muestra la ubicación de las pozas de baño para hombre y mujeres (separadas, por supuesto) y la de los hombres aguas arriba (no son tontos los tios)
Allí no estaba nuestro sitio de baño prometido, levantamos el campamento y seguimos hasta Tamerma.

Un poco antes de llegar parada turística en un mirador desde el que se disfrutaba de una vistas magníficas sobre el desierto de arena y varios oasis de gran tamaño que lo salpicaban de verde.





Un poco más adelante, cruzamos un puente con un curso fluvial y un aparcamiento. Nos bajamos hacia ... la cascada y su correspondiente poza, donde remojaríamos nuestros acalorados bodys.  Cierto exotismo y frescor en el agua, pero mucha gente a la que fastidiamos las fotos de recuerdo. Excuse-moi, S.V.P.!!!










Podríamos haber vuelto sobre nuestros pasos, pero no. No sabemos por qué completamos un círculo por una carretera sin mucho sentido, atravesando una zona minera muy militarizada, exponiéndonos a los controles de carretera de la policía, con más ganas de multar que de otra cosa. Con nuestro TT se intentaron propasar, insinuando que yo no llevaba el cinturón (copiloto)... pero pincharon en hueso.
De vuelta a Tozeur, recuperamos el autocar y camino a la comida en Gafsa.  Nada que ver, salvo los jardines y las piscinas del complejos de alto estanding donde comimos, en mitad de la nada y vacio.









Por la tarde le tocó el turno a la ciudad de Kairouan.   Lugar de peregrinaje de los tunecinos, gran mezquita que sólo se podía ver (qué raro!!!) desde el exterior. Si los que por allí van conocieran la de Córdoba, que se visita por dentro sin problemas, nadie pararía por allí.












Llenos de arena, que seguía cayéndonos sobre las cabezas, terminamos el periplo sureño, satisfechos por lo visto en Matmata, Douz, El Jerid, .., El Djem,..., y algunas cosas que sobraban. 
Pero es lo que tienen los organizados, ellos juegan con las cartas marcadas y no hay guión alternativo.  
Lástima de no habernos atrevido a seguir con nuestra independencia en forma de coche de alquiler un día más, y haber hecho el periplo por nuestra cuenta. Creo que hubiéramos tardado algo más, por alargar las parada que nos agradasen, por buscar los momentos de menos concentración de turistas y por desconocimiento de lugares para repostar y pernoctar, y nos hubiera costado mucho más... pero hubiera sido más a nuestro gusto!!!  sin duda.


En toda la estancia en el país, el nivel de seguridad fue  bastante satisfactorio, reduciendo los incidentes a tres:
-El ya comentado por la zona minera de los oasis de montaña. 
-Un intento de detener al otro vehículo (por la policía) con idea de embarullarles, pero que se les quitaron (las ganas) cuando vieron que yo también paraba y me interesaba por ellos. No les debió de gustar que pudiera haber testigos. 
-Y un tercer incidente con un chuleta de playa  que pudo pensar que un compi del grupo tenía intención de levantarle un ligue alemán. No dudó en encararse con él, desistiendo ante la respuesta, además en varias lenguas, que los demás le dimos. 

Si tenemos en cuenta la libertad con la que nos movimos, con las cuatro únicas mujeres que había por plazas, callejuelas, por la noche en Sousse, Hammamet, Douz, cambiándonos en la playa, en el TT, en la mismísima cascada de Tamerma (no era cuestión de volver al coche mojados)... pues que no fue para tanto ¿a qué no?

Sé que no subimos a Tabarca (como la isla de alicante, sí)  a bucear,  ni a las ruinas romanas de la ciudad de Dougga, ni a visitar las casas de Tataouine, ni entramos al desierto por Ksar Ghilane, ni dormimos en jaimas de lujo…en el próximo viaje no dejamos el coche de alquiler hasta no haber terminado de patear el resto del país,  pero  ¡y lo bien que lo pasamos!   

Salut!!!

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